Conectando con las películas

  

Desde muy pequeña la expresión de mis emociones siempre me ha resultado de gran dificultad. Al ser una persona PAS (Persona Altamente Sensible), a la mínima que dejaba escapar, aunque fuera un poco, mi sensibilidad el mundo siempre lo veía como una gran exageración con el fin de llamar la atención. Por ende, de pequeña, nunca llegué a entender porque siempre mis sentimientos eran tan intensos, y ello me hacía ver una imposibilidad ante mi gran objetivo: conectar con las personas al mismo nivel que el resto. 

Esta fue la mentalidad que tuve durante gran parte de mi infancia, la imposibilidad frustrada de tratar de conectar con el resto me hacía refugiarme en mundos donde no fuera criticada por exagerada, en efecto, los libros, series y películas. A pesar de mi pequeña falta de lazos personales, mi vínculo con personajes como Geronimo Stilton, Lizzie McGuire o Wall-E, me hizo darme cuenta que sí había un lugar donde darle cabida a mis emociones, sin necesidad de tenerlas. 


Por esto mismo, mis padres, ante la frustración de observar que su hija se resignaba a establecer grandes relaciones, sus opciones por empatizar con ella iban disminuyendo. Aun así, un día mi padre pensó: por qué no usar las películas, series y libros como medio para establecer un vínculo. Con esta idea en mente mi padre preparó un gran bol de palomitas, apagó las luces del salón y puso en el lector de DVD la que él me introdujo como “Su película favorita”: La Guerra de las Galaxias. Ver como mi padre y yo compartimos el mismo nivel de emoción me hizo darme cuenta que las historias no solo me permitían poder conectar con ellas, sino la posibilidad de, también, conectar con otros. 


Ante los increíbles resultados del brillante experimento los viernes se convirtieron en noche de peli y manta con mi padre. Allí acabamos viendo pelis como El viaje de Totoro y avanzamos a otras como 2001 Odisea en el Espacio, cuando ya era un poco más mayor. A pesar de que mi madre no era ninguna fanática de los medios audiovisuales, ella también logró encontrar su manera de forjar relaciones emocionales conmigo. Ella, como gran fanática de la lectura, volvió a leer libros conmigo, como cuando era pequeña, aunque esta vez ella no era la única que ponía voz a las páginas. Comenzamos leyendo el breve libro del Principito, uno de sus favoritos, y logramos continuar con obras como Harry Potter, Manolito Gafotas o Kika Superbruja. 


Aun así, estos buenos hábitos, con el paso del tiempo, se comenzaron a hacer difíciles de mantener y, poco a poco, me fui independizando de ellos de vuelta. Por eso si me preguntas ahora sobre mis libros, series o películas favoritas, verás que sin pensarlo te responderé títulos como Tan Poca Vida, Columbus o Normal People. Aún así, por mucho tiempo que haya pasado, sé que siempre encontraré un pequeño hueco en el sofá con mi padre o al lado de mi madre en los sillones donde compartiré grandes momentos de emoción con ellos. 

Comentarios

Entradas populares