Agnès Varda, la pionera que nos abrió las puertas

Hace unos días me encontraba navegando vagamente por FILMIN, en busca de la película perfecta para una noche de jueves tranquila. Al tener el día siguiente libre, decidí disfrutar tranquilamente de una película que se ubicase en mi movimiento favorito de la historia del cine, la Nouvelle Vague. Tras como de costumbre, recorrer toda la sección de esta ola, acabé recurriendo a una película de Agnès Varda Una canta, la otra no. 

Durante el filme, me pare en contadas opiniones a repasar mentalmente la cantidad de directoras con las que me había topado recorriendo la sección de La Nueva Ola. Me sorprendí entonces, cuando al terminar la obra y revisar este apartado, me tope con que el único nombre femenino con el que te topabas era el suyo. Este suceso logra transportarme a un momento de ambivalencia entre la rabia y el orgullo. 

El hecho de que solo suene su nombre, y dejemos a muchas atrás, deja como desear que aun habiendo avanzado somos incapaces de reconocer que habían más mujeres antes del siglo XXI haciendo cine, como en este caso, Jean Seberg o Anna Karina. Aun así me enorgullece que Varda, fuera la pionera y comenzara a dar la cara por las mujeres que tienen tantas historias que contar como el resto. 

Por ello, ahora miro al presente y al futuro con orgullo, de que no solo una mujer sea la encargada de dar la cara por todas, y que entre nosotras podamos mostrar diferentes perspectivas, porque no, no todas somos iguales y pensamos lo mismo, porque la perspectiva femenina abarca desde la visión tranquila y serena de de Charlotte Wells, Sofia Coppola o Celine Song, hasta cine de acción como Patty Jenkins. 

Porque no, no existe el cine de mujeres, para mujeres y sobre cosas de mujeres, existe el cine. Y es gracias a mujeres como Agnès Varda, hemos logrado ver historias más diversas, a contraposición a quedarnos atrapadas en la visión de hombres blancos cis heterosexuales, los cuales muchos solo saben hacer cine de hombres, para hombres, sobre cosas de hombres.