¿Después de todo este tiempo?… Siempre

La noche del 2 de mayo de 1998 tuvo lugar la batalla final de la Segunda Guerra Mágica, esa que comenzó en 1955 con el segundo ascenso al poder de Lord Voldemort. El Ejército de Dumbledore junto a los miembros de la Orden del Fénix se enfrentaron al Señor Oscuro, Mortífagos, carroñeros, gigantes y Dementores; en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, en lo que se conoce como la Batalla de Hogwarts. 

Hacia ya un tiempo que la preparación de dicha guerra había comenzado: Harry Potter se encontraba en busca de los Horrocruxes; el bando de Lord Voldemort seguía con su campaña de violencia, intentando derrocar al Ministerio de Magia y conquistar el mundo mágico y muggle; y, mientras, Neville Longbottom, Ginny Weasley y Luna Lovegood dirigieron un grupo de estudiantes que se preparaban para la lucha. 

Aquella gélida noche Harry, Ron y Hermione llegaron a Hogsmeade, en un momento en el que la escuela había caído bajo influencia de Voldemort, quien había nombrado director a Severus Snape, asesino del antiguo director, Dumbledore. Allí casi son detectados por los Mortífagos, nos contaron a Neville y mi cuando llegamos a el Cabeza de Puerco. Nosotros, tras recibir el aviso en el cuadro de Ariana, nos encaminamos por los túneles hasta la morada de Aberfoth Dumbledore. Allí nos reencontramos con nuestros tres amigos y los guiamos hacia Hogwarts, donde Harry tenía que completar la tarea que nuestro antiguo director le había encomendado: destruir todos los Horrocruxes. 

“El elegido” llegó a Hogwarts, concretamente a la Sala de los Menesteres, en la que estábamos escondiéndonos y preparándonos para luchar y ayudar a nuestro amigo en los que fuera necesario. Sin embargo, la alegría del reencuentro duró poco, pues, Snape había descubierto la presencia de Potter en el castillo y convocó a toda la escuela en el Gran Comedor. Una vez allí nos advirtió que quien lo estuviera encubriendo sería, igualmente, culpable, y nos animó a delatarlo. Nadie movió ni un músculo, sabíamos perfectamente a que nos enfrentábamos y estábamos preparados. 

El cabreo de Snape crecía por momentos hasta que el propio Harry reveló su paradero, dejando entrar en la sala a los miembros de la Orden del Fénix que habían venido en su ayuda. Ante esto, el director parecía dispuesto a comenzar un enfrentamiento, el cual se dio contra la profesora McGonagall y que acabó con Severus huyendo de Hogwarts. 

A partir de aquí sabíamos que la guerra había comenzado. Voldemort estaba cerca y consiguió meterse en nuestras mentes asegurándonos que si le entregábamos a Harry Potter no nos haría daño. Yo lo tenía claro y muchos otros también: no podíamos abandonarlo, no ahora, no después de haber llegado tan lejos. A pesar de ello, los de Slytherin pensaron en su bien, no los culpo y no voy a negar que me lo esperaba. Estos comenzaron a alentar la captura del niño que sobrevivió, aquel que empezó a ser rodeado y protegido por aquellos que estábamos de su lado. 

Ante esto Minerva decidió actuar, envió a estos estudiantes a las mazmorras y organizó dos grupos entre los que quedábamos. Mientras los más jovenes eran evacuados, los que estábamos dispuestos a luchar comenzamos la defensa de la fortaleza. 

Los pasillos se llenaron de gente que preparaba barricadas, defensas y estrategias; y el patio se inundó de varitas lanzando hechizos de protección. Todo con el fin de darle más tiempo a Harry, quien buscaba la Diadema de Ravenclaw. A su vez, Ron y Hermione iniciaron la búsqueda de los colmillos de basilisco para poder destruir los Horrocruxes, y McGonagall encantó las estatuas y armaduras de la escuela para que ayudar en la defensa del castillo. 

Yo me encontraba con Neville y Finnegan, nos habían encomendado la tarea de volar el Puente Cubierto. Mientras Longbottom se quedó en un extremo enfrentado directamente con los carroñeros dirigidos por Scabior, Finnegan y yo volvimos con el resto al otro extremo. 

A todo esto, los ataques al castillo, por parte de los mortifagos, seguían; hasta que, una vez Ron y Hermione destruyeron la Copa de Helga Hufflepuff, Lord Voldemort consiguió destruir la cúpula que nos protegía. Está fue desmoronándose sobre nosotros y cuando los seguidores de el Oscuro se dieron cuenta de que ya podían atacar Neville fue perseguido por todo el puente mientras este iba explotando y derrumbándose. Entre polvo y estruendo todos pensamos que nuestro amigo había caído al vacío, más, volvimos a respirar cuando lo vimos trepar por las vigas que quedaron intactas. 

En este momento supimos que la cosa iba en serio, ahora tocaba luchar cara a cara con el mal y, en los segundo antes del caos, los muros de aquel que había sido nuestro hogar presenciaron despedidas, declaraciones de amor, discursos de ánimo y agradecimientos. 

Los gigantes luchaban contra las armaduras, la profesora Sprout colocaba enredaderas del Lazo del Diablo y lanzaba mandrágoras, los Mortífagos llegaban a las almenas del patio y se enfrentaban a los miembros de la Orden del Fénix, se lanzaban hechizos que destruyeron la escuela en segundo, las fuerzas oscuras penetraban los límites del castillo, brujas y magos se batían en duelo, arañas llegaban desde el Bosque Prohibido, Dementores atacaban por todas partes y amigos y familiares morían entre los escombros, el humo, la luz de los hechizos y las manchas de sangre y sudor. Todo mientras Harry encontraba y destruía uno de los últimos Horrocruxes. 

Recuerdo cuando lo encontré junto a Ron y Hermione, había conseguido meterse en la mente de Voldemort y había descubierto donde se encontraba. Los tres iban en su busca y decidí acompañarlos. Cuando llegamos a nuestros destino nos escondimos y vislumbramos, sin poder hacer nada, como Nagini mataba al director, pues el Oscuro pensaba que la Varita de Saúco solo sería suya si mataba a su actual dueño: Severus Snape. Cuando se marchó salimos en su ayuda y, aunque no pudimos hacer nada para salvarlo, conseguimos recoger sus lágrimas, las cuales servirían a Harry para ver sus recuerdos. 

Sin esperarlo la voz de “El que no debe ser nombrado” resonó en nuestras cabezas. Este anunciaba el armisticio por una hora, nos dejaba tiempo para despedirnos de los muertos y para rendirnos. Además, a Harry le pedía que se entregara o nos mataría a todos. 

De vuelta en el Gran Comedor encontramos a todos reagrupándose, los heridos siendo atendidos y los muertos acostados, observados por sus seres queridos que lloraban desconsoladamente. Paseé lentamente por los pasillos, mirando a mi alrededor, rezando para no ver a nadie querido -aunque sabía que era algo muy improbable-. Al fondo vi algo que no podía creer, Fred Weasley estaba tendido en el suelo, rodeado de su familia, devastada. Gruesas lágrimas recorrieron mi rostros y me nublaron la vista, aun así pude girarme y ver que justo a su lado se encontraban, también tendidos, de la mano y muertos, Remus Lupin y Nymphadora Tonks. 

Incapaz de soportar el ambiente de tristeza, agonía, muestre, pesimismo y cansancio que me rodeaba, decidí acompañar a Harry a la Oficina del Director, donde se acercó al pensador de Dumbledore y vertió los recuerdos de Severus. El lo vio y luego me lo contó: Snape siempre lo había protegido, pero su destino estaba claro, debía morir pues, él era uno de los Horrocruxes de Voldemort. 

Cuando lo aceptó salió del lugar en busca de Weasley y Granger, yo lo seguía. Una vez los encontramos les contó lo que ocurriría y les encomendó matar a Nagini, el último de los Horrocruxes, para después poder acabar con Lord Voldemort. A pesar de nuestras suplicas se encaminó al Bosque Prohibido, dejando atrás a todos sus compañeros, los que habíamos luchado valerosamente por él. 

La espera se hizo eterna, todos merodeábamos casi sin esperanza, esperando noticias del niño que sobrevivió. Otro seguían llorando a los que se habían ido o planificaban la continuación de la guerra. De pronto, a lo lejos vimos llegar a Voldemort y sus seguidores. Estábamos expectantes, temerosos que lo que ocurriría a continuación. 

Hagrid cargaba a alguien en sus grandes brazos y, aunque no se veía claro, todos sabíamos de quien se trataba. El Señor Oscuro, aun así, nos lo confirmó: Harry Potter había muerto. A todos se nos encogió el corazón, yo me quede paralizada, estupefacta, al igual que muchos; otros comenzaban a llorar o emitir gritos que en seguida fueron callados por el Tenebroso. Tengo que admitir que pensé que todo estaba perdido pues este nos amenazó de manera contundente: o nos uníamos a el o moríamos. 

Sin embargo, de pronto, en el estremecedor silencio que nos rodeaba, todos dirigimos la mirada hacia Neville Longbotton, el cual comenzó a caminar hacia Voldemort. Ninguno daba crédito a lo que estaba ocurriendo, aunque, debimos sospechar que no era lo que parecía. Aquel niño acusado de “débil” y “cobarde” por tanto años fue el único con valor suficiente para enfrentar a aquel que había prometido matarnos a todos. Esto impulsó a Harry que despertó y escapó de los brazos de Hagrid. 

Fue entonces cuando muchos de los Mortífagos huyeron, mientras, otros continuaron combatiendo. Bellatrix Lestrange se lucho contra Molly Weasley quien consiguió matarla, impulsada por la ira de una madre que acababa de perder a su hijo y una amiga que había visto morir a tantas personas queridas. Por su parte, Voldemort y Potter se enfrentaron con hechizos y persecuciones hasta que ambos cayeron de uno de los torreones, la pelea siguió en el aire, con ambos envueltos en humo negro. Una vez aterrizaron en el patio levantaron sus varitas y se enfrentaron en el último duelo. 

Mientras esto ocurría, Neville consiguió matar a la serpiente con la espada de Gryffindor. Así, Lord Voldemort quedó muy debilitado y Harry pudo vencerlo. El Señor Oscuro comenzó a desvanecerse, se iba para siempre, la guerra había terminado. 

Está fue sin duda la batalla más devastadora, sangrienta e importante de la Segunda Guerra Mágica y, puede, de la historia del mundo mágico. Se perdieron familiares, amigos y conocidos pero consiguieron que no fuera en vano. Además, todos ellos permanecerán en nuestros corazones para siempre, el recuerdo de su valentía siempre estaría presente, para nosotros que lo vivimos con ellos y para las generaciones que vendrán. Esto marcó, sin duda alguna, un antes y un después, ya nada sería igual. 

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